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  LAS VICTIMAS DE LAS PIRAMIDES 21-11-2024 06:21 (UTC)
   
 

Las víctimas de las pirámides

 
Algunos críticos aguzados e implacables, los llaman despectivamente “aventureros, vivos, o ambiciosos”, negándoles el derecho de haberse equivocado, de cometer un error. Tras su inmenso dolor y el de sus familias, los agravian.
 
Si sospecharan el drama de muchas de familias colombianas (con miles y miles de niños inocentes), incomprendidas en su tragedia y que han pagado muy caro como víctimas o damnificados de las pirámides, posiblemente quienes los tratan así no los fustigarían más, ni los ridiculizarían, ni los cuestionarían tan severamente por haber ingresado a las pirámides o a DMG.
 
Es necesario abrir un poco la mente y el corazón para comprender a tantos colombianos que con sus familias llevan en su alma la tragedia más grande de su vida en esta Navidad, y para el resto de sus vidas, porque muchas no podrán recuperarse del terrible golpe recibido.
 
Esta es la Navidad más triste de cuantas hayan vivido o les quede por vivir estos seres humanos que lo perdieron todo, por ingenuidad que no por ambición, luego de vender su casa, un lote, un modesto carro, o sus pertenencias; o de haberse endeudado con la ilusión de poder mejorar la calidad de vida de sus familias; por haber soñado con ganarse una plata para poder salir de la pobreza, o simplemente para subsistir; para obtener el dinero que siempre les fue esquivo, para sostener la carrera o el bachillerato a sus hijos, para compensar la falta de trabajo que los agobiaba y para “sobreaguar”.
 
Ellos, ancianos, viudas, desempleados, madres cabeza de familia, hombres de bien o muchachos ilusionados, arriesgaron lo poco que tenían o prestaron en las instituciones financieras para invertir en las pirámides. O precisamente vendieron su carro o su casa porque los bancos les cerraron las puertas.
 
Toda esta gente sintió con impotencia como se esfumaron sus ahorros o “ahorritos”, su dinero (propio o prestado) y cómo sus ilusiones y sus sueños se tornaron en amargura. Ellos merecen que en esta amarga Navidad quienes los ridiculizan o critican tanto, indolentemente, respeten su pena, que ya con ella tienen suficiente.
 
Muchas de estas víctimas cuyo drama es indescriptible, fueron aportantes del 4 por 1000 que no hace mucho salvó a la banca colombiana. Pero ni ésta que a muchos llevó a la desesperanza, empujándolos a las pirámides, ni el Estado que fue negligente y demasiado permisivo, hacen o harán nada por ellos, nada que no sea criticarlos, mostrándolos como “gente mala”.
 
No es cierto que la inmensa mayoría de ellos sabían los riesgos que corrían, ni que se trate de “avivatos, de ambiciosos o perezosos que no querían trabajar”. Conozco a varias personas que lo perdieron todo por ingenuidad, por falta de información, por haber sido mal aconsejados, pero no por “avivatos”. Por ejemplo, conozco a una señora que perdió “los cuatro milloncitos de sus ahorros”, y con ellos se fue su vida, está angustiada porque no le quedó nada para subsistir. Ni ella ni muchos otros miles de seres humanos sabían de pirámides, ni de enriquecimiento fácil, simplemente aspiraban a ganar unos pesos para sobrevivir o para salir de la crisis económica y sus aspiraciones eran legítimas.
 
Claro está que hubo colombianos ambiciosos que buscaban enriquecerse sin trabajar; pero no representan a la mayoría de las víctimas de las pirámides.
 
El Gobierno actuó demasiado tarde, quién lo duda. Se debió sorprender a los captadores con un golpe certero, pero sin advertirles nada, para que no hicieran esfumar los dineros; otra sería la situación de los damnificados. Faltó una “operación sorpresa” que hubiera evitado que hicieran una serie de maromas para robarse el dinero de los ahorradores.
 
 
Ya es tarde para decir lo que se debió hacer; pero para lo que no es tarde es para pedirle en esta Navidad a quienes censuran, insultan o se burlan de quienes lo perdieron todo, que no los ofendan ni los ridiculicen más, que es injusto y falto de humanidad, tras de su dolor, agraviarlos . Para ellos nuestra comprensión y solidaridad
 
 
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