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  LA MUJER 29-03-2024 12:51 (UTC)
   
 

 SI, YO CREO EN LA MUJER



“Oh dicha de creer en Dios y en la mujer”, escribió Rafael Maya. Yo agrego: En la   mujer intelectual, campesina, científica, ejecutiva, trabajadora, cívica, profesional, elemental. En la mujer madre, hija, esposa, hermana...

Tengo la convicción de que a Colombia la ha salvado de la disolución total, el amor de la mujer.   Su ternura, su solidaridad, su sacrificio ante la violencia y el maltrato, su valerosa reacción frente al abandono del hombre irresponsable, su humana lucha para vencer la adversidad, su inmensa capacidad de reacción ante el dolor del alma, su maravilloso milagro de la vida y cuanto hace por el niño, por el hombre, por la familia y por Colombia. Todo ello me ha prodigado la satisfacción de venerarla, de admirarla, de creer profundamente en la mujer.

No practico ni el “machismo” ni el “feminismo”, tengo el privilegio de conocer a la mujer colombiana en todas sus facetas, como pocos, porque la he sentido, la he investigado, la he seguido y he apreciado en profundidad sus valores y sus obras. Soy consecuente con mis vivencias, en su justa medida.

Viví el milagro de amor de mi madre, día tras día, durante muchos años y su valerosa lucha por sus siete hijos, después que el destino le cambió la alegría por la soledad. Pero ella digna y transparente, ahogó su dolor y construyó nuestro futuro.

En su honor -se llamaba Helena- y para hacerle justicia a la mujer colombiana, ideé, diseñé y maduré el Premio más importante de cuantos se otorgan en el país. Proyecto que no fue acogido por cuatro líderes empresariales, pero que, por fin y gracias a su sensibilidad social, interesó a Arcesio Guerrero Pérez, Director Ejecutivo de CAFAM. Asesoré el “Premio Cafam a la Mujer”, durante 10 años, hasta cuando se volvió grande. Por eso conocí la vida de más de mil mujeres colombianas excepcionales y, escribí la historia de casi doscientas en 10 libros. Por eso se que en campos y ciudades -sin excepción-, en todos los hogares y rincones de nuestra geografía, ellas construyen una Colombia mejor, y son noticia, así las ignoren en la televisión que solo se ocupa de explotarlas como objetos comerciales o sexuales.

Ellas son orgullo de nuestra patria y cuyo ejemplo, proyectado en la televisión y en los medios, le haría un gran bien a Colombia, porque son modelo de solidaridad, amor, humanidad, fortaleza y realizaciones sociales. Son mujeres que con su esfuerzo y méritos, han trazado metas de solidaridad y conquistado logros muy especiales en la lucha contra la pobreza, la enfermedad, la ignorancia o el abandono, y contra su propia desgracia. Mostrarlas al país sería hacerle reforzar a manera de multiplicador a nuestra comunidad, el derecho a la esperanza.

Tengo autoridad para afirmar que lo mejor de Colombia son sus mujeres. Como hijo, como periodista, como padre, como hermano y, como hombre, he tenido la suerte de testimoniar los actos sublimes de la mujer. Vi nacer a mi hijo en una sala de partos y conocí la grandeza de la mujer que da la vida y, tengo una hija que desde cuando era muy niña, ha sido mi alegría, mi permanente compañía. También mi ternura plasmada en palabras, o en frases de amor, una y mil veces estampadas en papelitos con corazones dibujados y palabras resaltadas; una hija, que ha secado mis lágrimas -como lo hizo mi madre- y que dándome un beso en la frente o acariciando mi cabeza, me ha dicho en muchas ocasiones: “No te preocupes que todo va a salir bien… Mi hermano y yo, estamos contigo”.

He querido también y en el amor, he conocido a la mujer romántica, noble, compañera en las buenas y en las malas. Y amé a una mujer que buscaba rehacer su vida luchando, como cabeza de hogar, para compensar lo que un padre desnaturalizado le negó a sus hijos, y admiré su temple y su capacidad de lucha.

Tengo cuatro hermanas, ilimitadamente bondadosas, plenas de amor, solidarias, que piensan en sus esposos, hermanos, hijos o sobrinos, más que en ellas mismas. Que lo dan todo sin pedir nada a cambio. Y una hermana viuda, protagonista del heroísmo con el que “sacó adelante” a sus hijas, luchando sola contra el mundo con un coraje que no he visto ni siquiera a los seres de mi sexo, llamado fuerte.

Cuando he tenido cargos en el sector privado, o en el público, me he rodeado de mujeres ejecutivas y trabajadoras, porque son más dedicadas que el hombre, más leales, más ordenadas, más eficientes, más solidarias y más honestas.

Mi testimonio sobre la mujer, tiene autoridad, porque la conozco profundamente. ¡Claro que sí! Nuestras mujeres merecen ser noticia, pero no para explotarlas como objeto comercial, como “gancho” de consumo, como objeto sexual, aprovechándose de sus desgracias.

 

Injustamente se ignora su protagonismo de fe y de esperanza; se le niega el derecho a poner su vida como ejemplo a Colombia; a que se conozcan sus tragedias sin amarillismo, para que la sociedad pueda ayudarlas; no se les quiere permitir ser suceso positivo que fortalezca la esperanza de nuestra sociedad. Tremenda injusticia no solo con nuestras mujeres sino con una sociedad que requiere con urgencia mirarse en los espejos de lo constructivo, de lo positivo, de lo sublime, de la esperanza, para un pueblo que necesitan aprender a amar de nuevo.
 
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